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7. PURIFICACIÓN. Mercarrelatos de la vida cotidiana.

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viernes, 28 de octubre de 2022

8. PERMEABILIDAD. Mercarrelatos de la vida cotidiana.



 

            “¿Qué puede ser más aburrido para un ejecutivo como yo que gestionar una marca de pañales? No puedo creer que me hayan cambiado de línea de negocios para ahora trabajar en la de pañales desechables. Yo que estoy en mis veintes, vivo solo, salgo todos los fines de semana, y no soporto a las parejas que tienen bebés y hacen ruido toda la noche. Nunca voy a tener hijos, prefiero que mis vecinos tengan mascotas”

Eso susurraba Mike mientras se encontraba en el baño de la empresa —que estaba completamente vacío— lavándose las manos. Después se cepilló los dientes, se echó una pequeña porción de agua en los cabellos que se encontraban a los lados de su cabeza para refrescarse. Contestó un par de mensajes con el celular y se dirigió hacia su oficina. Acababa de regresar del almuerzo que había sostenido en el comedor de la corporación junto con otros compañeros del trabajo; los más senior o los jefes solían salir a comer a restaurantes de la zona, muchas de esas «comilonas» en realidad eran almuerzos de negocios.

            Mike llegó a su antiguo cubículo, que ahora ya no era suyo porque la compañía había decidido que nada era de nadie y compartían todo tipo de salas, oficinas y recursos. Antes, mientras caminaba por el pasillo y transitaba por los demás cubículos vio —como en otras ocasiones— frases motivantes en las paredes formaban parte de la cultura organizacional de la empresa donde él laboraba. En esta ocasión solo leyó una que ya había escuchado anteriormente: “Empleados felices, generan clientes felices que gastan más dinero”. 

Cuando Mike leyó el enunciado pensó de inmediato que él era infeliz, que le encantaba la empresa pero eso de vender pañales habría sido un tipo de karma que se le había regresado por todas las fiestas, derroche y desorden que él había vivido durante los últimos dos años.

            Se sentó en su silla giratoria de cuero, tomó uno de los nuevos pañales que iba a llevar a las sesiones de grupo con mamás para que los probaran con sus bebés durante una semana y lo abrió. Le echó un poco de agua de su botellita de plástico para probar su absorción, aunque se le pasó la mano de agua, se mojó el pantalón y uno de sus calcetines de lana italiana que llevaba ese día. Se sacudió el pie, y observó que el agua no había traspasado el pañal pero si sus pantalones «khaki». Apartó el pañal sobre su escritorio y partió para la sala Gesell donde se llevarían a cabo las sesiones de grupo con mamás primerizas que tuvieran bebés de entre nueve meses y un año.

            Cuando llegó a la agencia de investigación cualitativa le ofrecieron canapés salados y dulces, junto con una bebida para comenzar la tarde. Durante la sesión tomó notas de lo que declaraban las mamás, que si los pañales no eran lo suficientemente absorbentes, que si se hacían bolita, que si no eran prácticos, que si el adhesivo de los pañales no pegaba bien y muchas cosas más. Se percataba de todas las peripecias que tenían que hacer las madres para almacenar, guardar, utilizar y tirar los pañales de sus bebés. Nunca se había imaginado que fuera así, tan complicado. Él no sabría qué hacer con un pequeño en sus brazos, quizá saldría corriendo y lo dejaría allí.

            Para la segunda sesión de la tarde le llamó la atención que habían invitado a papás que compraban y cambiaban pañales también, y tenían bebés de la misma edad. Mike se preguntaba: ¿De qué podrían hablar los papás sobre la cuestión de los pañales? Todavía si fuera de cerveza, coches, restaurantes, relojes, celulares, videojuegos, pantallas planas u otros dispositivos. En fin, le causó una gran intriga que tendrían que decir los padres sobre el tema.

            Curiosamente, él pensaba que los señores participantes hablarían de sus trabajos y de lo bueno que eran como papás, se encontrarían hablando del tema desde la perspectiva del ‘deber ser’ —como lo interpretarían algunos psicólogos— aunque se encontró con que un señor joven se puso a describir algo de los pañales de lo que él no tenía idea.

            —Si un pañal no se encuentra dermatológicamente probado y no trae cubierta respirable para el bienestar de mi bebé no lo uso, ni siquiera lo compro. Siempre leo las etiquetas de los pañales, navego por páginas web informativas y veo videos en Youtube para conocer los avances con respecto a materiales utilizados para los pañales. El dermoprotectque usa una marca en sus pañales hizo la diferencia cuando mi bebé se rozaba.

            A Mike le hizo gracia y pensó que estaba escuchando a extraterrestres. No podía creer que un hombre hablara de esa manera tan detallada sobre pañales y bebés, le parecía algo descabellado. Siguió escuchando la sesión con reciente interés, mientras jugaba con uno de los pañales que había llevado a la sesión; había sacado uno de la caja de cartón y se lo había puesto en la cabeza como si fuera gorra, por suerte él se encontraba en las butacas de atrás de la sala, detrás del espejo para que los consumidores no los pudieran ver. Para su fortuna ninguna persona de su empresa volteó a ver el lugar donde él se encontraba. Mike continuó viendo y escuchando el Focus Group con detenimiento. Uno de los participantes comentó:

            —Me siento frustrado cuando el bebé se roza y llora durante horas, el talco ya no sirve como era antes con nuestras mamás y abuelas, ahora las cremas y los aceites son lo mejor. Yo compré una crema de moringa y esencias de manzanilla, matcha y té verde, la adquirí en una tienda naturista, es buenísima, se las recomiendo.

            —Yo cada vez que voy por pañales, aprovecho para escapar de mi casa y descansar un poco. Está pesado el cuidado de los bebés en la etapa en que están, aunque mi esposa y yo, por suerte ya no estamos como a los tres meses de nacer, ya dormimos un poco más, cinco horas al día. ¡Nada mal! Además, ir al supermercado se ha vuelto una actividad recreativa, una especie de oasis, y cuando voy a adquirir pañales me hace ilusión comprar las cervezas que me gustan, además de una buena botana, incluso a veces paso por un lugar que me queda de camino a mi casa y compro unos habanos cubanos. Cuando el bebé por fin se duerme me relajo con una cerveza y un puro.

            —¿Que el puro no te lo regalaban cuando nace un niño y chocolates si es niña? Jajaja.

            Mike seguía escuchando, sin poder creer lo que los señores decían. Incluso llegó a pensar que los invitados a la sesión habían sido adoctrinados para hablar de ciertos temas. De hecho, solo estaba esperando que charlaran sobre la marca en la que él trabajaba y que ahora iba a lanzar una mejora de producto. Mike anticipó que los señores hablarían maravillas de su marca de pañales; como si a las personas que las reclutaron a la sesión de grupo les hubieran dicho que expresaran puros comentarios positivos de su marca. Sin embargo, media hora más tarde cuando estaban hablando de marcas de pañales, uno de los hombres dijo:

            —Esa marca es malísima, no absorbe nada y por lo mismo se moja toda la cuna de mi bebé. Además, varias veces se me han roto las cintas adhesivas y por lo mismo desperdicio un pañal por tener que colocarle uno nuevo a ‘Julito’.

            Mike solo sonrió y dijo: “ups, quizá me equivoqué”. Al terminar los grupos focales eran ya las diez de la noche. Mike se encontraba satisfecho de tantos canapés, botanas, cafés, cubas y bebidas deportivas de tuttifrutti. Se subió a su camioneta, su vehículo utilitario y se dirigió hacia su departamento. En el camino se topó con un bar que aún permanecía abierto a esas horas. El bar era visible por la luz de neón con el logotipo de una marca de cerveza que aún estaba encendida, por lo que decidió entrar, relajarse un rato y beberse un par de whiskies.

Cuando entró se sentó directamente en la barra y solicitó que le sirvieran un whisky escocés con agua mineral y hielos. Viró su mirada hacia el lado derecho y observó que se encontraba una mujer joven, esbelta y atractiva que estaba bebiendo un martini seco con dos olivas y se estaba quedando dormida. Mike se acercó a ella y la despertó amablemente. Le preguntó si se encontraba bien. Le empezó a hablar sobre el lugar que iría de vacaciones y entablaron una conversación. Él trataba de conquistarla charlando de sus viajes, sus lujos, sus lugares preferidos y su coche, mientras ella solo sonreía y bostezaba porque se encontraba en un estado de somnolencia. Mike le expresó que era muy guapa, le preguntó qué era lo que hacía en ese lugar sola, a esas horas; le sugirió que él podría llevarla a su casa. Ella le agradeció pero le respondió que prefería que no, que la estaba esperando su esposo en su hogar. Cuando él le volvió a preguntar la razón por la cuál estaba allí, ella solo le respondió: “tengo un bebé de nueve meses y es el único momento en que puedo descansar un momento y relajarme”. Mike le contestó que tenía varias cajas de pañales en la cajuela de su coche, le preguntó si quería acompañarlo, a lo que ella mostró una expresión dubitativa y se negó.

Mike pagó la cuenta, se dirigió a su automóvil, sacó los pañales de la caja en que los llevaba, los abrazó con fuerza y los sacudió, por lo que se fueron deshaciendo. De repente cayeron copos blancos de algodón y otros materiales al piso de chapopote del estacionamiento, parecía que estaba nevando en su cajuela. En eso, la mujer que estaba en el bar se le acercó y le preguntó si se encontraba bien. Mike avergonzado por lo que había hecho, trató de meter todos los pedazos de pañal en su cajuela y la cerró. Sin embargo, el piso se quedó lleno de tiras de algodón, algunas incluso iban volando por el viento que había en ese momento. Mike le sonrió a la mujer y le contestó que se encontraba perfectamente. Ella sacó de su bolsa un empaque de toallitas húmedas y le ofreció una para que se lavara la frente debido a que la tenía toda sudada. Cuando Mike le agradeció y le preguntó si le podía proporcionar su teléfono, ella le entregó una tarjeta en la mano y le dijo:

—Sé que la estás pasando muy mal. Te dejo la tarjeta de mi pediatra que es de lo mejor, mucha suerte con tu princess

 

1. ”Volver”. Jaime Gil de Biedma. Ediciones Cátedra. Letras Hispánicas. 2000. Novena edición.

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