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miércoles, 9 de marzo de 2022

 Atrincherado entre libros


                      "Andar oculto por los bosques de Ucrania, de pequeñito, huyendo de sus perseguidores, mientras yo todavía jugaba a tula en un parque de Newark, después del colegio". 

Philip Roth ("Operación Shylock").

        Lev estaba atemorizado porque los rusos podían destrozar su vivienda y su vida en cualquier momento. Un solo bombardeo a los pies de su edificio eran suficientes para que no quedara nada más de él, solo su obra. Lev decidió encerrarse y atrincherarse alrededor de todos sus libros. Por primera vez, todo lo que había leído en su vida le servía para algo útil, en un mundo en el que se demerita lo hermoso, lo humano, lo franco, lo que quizá no tiene utilidad alguna.

Era el día ocho, contado desde el inicio de la invasión rusa. Esta vez los libros representaban un escudo para que los cristales no estallaran sobre su cuerpo. Por eso cargó todos sus libros y los coloco frente a la ventana de su modesta vivienda. Ya no tenía visibilidad hacia afuera. Una trinchera de libros daba que pensar. El enemigo no quería que se piense, sino que sobresalieran ideas caducas de dominio, muerte y territorialidad pasadas, que ni siquiera los rusos y ucranianos de hoy compartían. Estos solo querían vivir en paz, respeto mutuo y un sano vecindario.

    El peor cóctel molotov que a Lev se le ocurrió construir fue uno de papel, donde el único combustible fueran las ideas, las palabras, la libertad, la conciliación y la solidaridad. Paradójicamente en ese momento Lev no podía leer porque escuchaba el estruendo de las bombas que sonaban afuera. Encerrado por sus libros y sin poder leerlos. 

Decidió salir de su apartamento para ver si alguien necesitaba de su ayuda. Escuchaba gritos y llantos de mujeres, niños y abuelos, aún no sabía si su edificio había sido bombardeado en otros apartamentos.

    Decidió bajar unos pisos hacia donde se encontraba una carriola con un bebé que lloraba. Una mujer -posiblemente su madre- se encontraba rezando hacia la ventana de afuera del apartamento. Se encontraba como ida, parecía que no escuchaba a su bebé en ese momento. Lev tomó al bebé en sus brazos y se acercó a la mujer. Le preguntó si se encontraba entera y bien. Ella volteó a verlo, se sobresaltó e inmediatamente tomó a su bebé en brazos. Ella le contestó que sí, aunque no lo parecía. Le preguntó a Lev si él era el del apartamento de arriba que era escritor. Lev asintió con una mueca por un lado como de alivio y por otro de tristeza. Ella se secó las lágrimas, besó al bebé en la frente y le susurró  en voz baja a Lev: "alguien tiene que contar lo que está pasando aquí en nuestra amada Ucrania, no seré yo, no creo estar para contarla aunque broten mis entrañas maternas, tampoco creo que seas tú aunque escribas tan bien y seas joven; te pido que lleves a mi hijo que es el único que se puede salvar a un refugio para que lo cuiden donde vive mi hermana en Varsovia, para que juegue su vida de niño, para que viva, para que narre su nuevo porvenir".